jueves, 8 de marzo de 2018

AVANZANDO HACIA LA IGUALDAD EFECTIVA ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN EL DEPORTE.

La Declaración de Niza (2000) proclama la promoción de un idéntico acceso de hombres y mujeres a la práctica deportiva a todos los niveles. En la actividad físico deportiva la mujer ha estado relegada a un papel accesorio, en muchas ocasiones, y en un ámbito diferente al hombre que ha asumido, al igual que en otras manifestaciones sociales, el protagonismo y la dirección del deporte. 

Los distintos roles que pueden darse en el deporte, especialmente en diferentes modalidades deportivas (a veces muy específicas) y en la competición han sido y son presentados como de segundo orden.

Cuando PAUSANIAS, historiador y geógrafo Griego (historiador griego natural de Lidia en Asia Menor, c. 180 d.C., "Periégesis tes Hellados"), observa esculpida en la base de un monumento de Olimpia una frase, es cuando se define la presencia de la mujer en los Juegos Olímpicos de la era clásica:

"Yo Cyniska, descendiente de los reyes de Esparta, coloco esta piedra para recordar la carrera que gané con mis rápidos pies, siendo la única mujer de toda Grecia en ganar"

Es la frase que plantea una evidencia sobre la exclusión de las mujeres de la práctica deportiva en la antigua Grecia, de la misma manera como lo eran de casi toda la vida pública y del mismo modo se indica la singularidad del hecho, pero a la
vez se reseña el haber ganado a hombres.

También PIERRE DE COUBERTIN sostiene la discriminación (tal vez producto de la corriente social del momento) cuando habla del papel, ciertamente excluyente y como objeto de recompensa, de la mujer en los Juegos Olímpicos de la Era Moderna:

“Impracticable, carente de interés, antiestético e incorrecto. La concepción de los Juegos tiene que responder a la exaltación periódica y solemne del atletismo, la lealtad como medio, el arte como marco y los aplausos femeninos como recompensa”

Es más, el creador de los Juegos Olímpicos modernos, creía firmemente que el papel de las mujeres se limitaba a coronar a los vencedores y se opuso hasta su muerte a que las mujeres participaran en otro papel, el destinado a los hombres.

Las mujeres han sido relegadas a un papel secundario en el nacimiento del deporte moderno y no han podido participar en la toma de decisiones. De las primeras concesiones que se les hicieron en los Juegos de París de 1900, para participar en golf y en tenis, y cuatro años más tarde en tiro al arco en San Luis, el programa para las mujeres en los Juegos Olímpicos ha logrado un avance considerable. La presencia de las mujeres en la historia de los Juegos Olímpicos ha sido un recorrido de largo camino. Ausentes en los primeros Juegos Olímpicos de Atenas, en 1896, hasta que en los de Atenas de 2004 representaron el 40 por ciento de atletas.

Hoy, la práctica femenina está escasamente limitada, su presencia es cada vez más consecuente con los avances sociales y tiene una representación creciente e importante y el Comité Olímpico Internacional (COI) ha decretado que todo nuevo deporte tiene que incluir una prueba femenina para tener la posibilidad de ser incorporado al programa olímpico.
Sin embargo, en el propio COI existen aun diferencias notables, pero hay otros muchos campos donde la realidad sigue marcando una cierta diferencia. Ahora es el momento de una discriminación positiva que nos lleve a la igualdad, o al menos, a recuperar el espacio nunca ocupado por la mujer en el deporte.

En términos generales, cada vez vamos siendo más conscientes de que hay manifestaciones que reflejan una realidad injusta con las mujeres en el deporte. Para analizar la actividad físico deportiva desde una perspectiva de género hay que tener presente aquellos actores que han incidido en las políticas de género de modo discriminatorio y a veces humillante, los medios de comunicación, la publicidad, la familia, la concepción disciplinar, así como las estructura del deporte (siempre misógenas y dominadas por hombres) que se han situado dentro de los contextos falsamente estructurales y afectando a ciertas identidades de género.

Las actividades deportivas específicas para mujeres constituyen un símbolo elocuente de uno de los problemas de la actualidad: la baja participación de la mujer especialmente en la práctica, la organización y la dirección del deporte, se hace menos práctica, se participa menos y se utiliza, no en pocas veces, como un señuelo erótico, para la creación de una imagen, un icono falso y dominado por los hombres. Esto se concreta en la falta de presencia, experiencia e imagen distorsionada del papel de la mujer en el deporte.

En la Declaración del Consejo de Europa de Niza de diciembre de 2000, se estipula que la Comunidad debe tener en cuenta el carácter específico y las funciones sociales, educativas y culturales del deporte y también que desde la Antigüedad el deporte tiene un valor sobre la participación de la ciudadanía y la democracia en Europa, que debe incluir a la mujer en todas sus manifestaciones en igualdad.

El objetivo de la igualdad de oportunidades tiende a la supresión de las barreras entre el deporte llamado “masculino” y el deporte llamado “femenino” y que consiste en favorecer una apertura efectiva de las disciplinas deportivas a los dos géneros y en permitir a cada joven ejercer la actividad física de su elección como lo manifiesta FRAISSE, G. (2003) en la directriz sobre mujer un deporte aprobada por el Consejo de Europa. Esa en directriz para los Estados miembros, pide a la Unión Europea que garanticen a hombres y mujeres las condiciones de igualdad en cuanto al acceso a la práctica deportiva a todos los niveles y en todas las etapas de la vida.

En cuanto a la incorporación de la mujer al ámbito deportivo la situación de la mujer en el deporte es similar a la que se ha producido en los otros ámbitos como el cultural, el laboral, el económico, el político, etc.
La incorporación de la mujer en el deporte pasa, entre otras,  por situaciones de discriminación relacionadas con:

ü  Inserción en el modelo establecido, generalmente masculino, se pierde el carácter de ser mujer para adaptarse a la cultura preponderante masculina.
ü  Compatibilizar los papeles sociales y familiares desarrollados tradicionalmente por las mujeres, con los exigidos en el ámbito al que se
ü  integra.
ü  Falsas expectativas de exigencia (en muchos casos mayor nivel de exigencia) en cuanto a su competencia para llegar a los mismos niveles de reconocimiento que tienen los hombres.
ü  Asimilación de conductas y competencias identificadas con los roles sociales masculinos para desenvolverse con éxito.
ü  Menor significación social y mediática en los eventos deportivos, bajo una compleja trama de exclusión: se le presta menos atención porque produce menos demanda (la demanda como patrón cultural de atención en el efecto mediático).
Venimos hablando desde hace mucho tiempo sobre las situaciones y posibilidades de incorporación efectiva al ámbito de la práctica deportiva de la mujer, ya hoy existe un avance importante (sólo hay que ver cómo se han desarrollado las ACTIVIDADES FÍSICO DEPORTIVA PARA MAYORES); pero hoy 8 de marzo de 2018, es una oportunidad para reclamar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, también en el DEPORTE.

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