La Declaración
de Niza (2000) proclama la promoción de un idéntico acceso de hombres y
mujeres a la práctica deportiva a todos los niveles. En la actividad físico
deportiva la mujer ha estado relegada a un papel accesorio, en muchas
ocasiones, y en un ámbito diferente al hombre que ha asumido, al igual que en
otras manifestaciones sociales, el protagonismo y la dirección del
deporte.
Los distintos roles que pueden darse en el deporte, especialmente
en diferentes modalidades deportivas (a veces muy específicas) y en la
competición han sido y son presentados como de segundo orden.
Cuando PAUSANIAS, historiador y geógrafo Griego (historiador
griego natural de Lidia en Asia Menor, c. 180 d.C., "Periégesis tes
Hellados"), observa esculpida en la base de un monumento de Olimpia una
frase, es cuando se define la presencia de la mujer en los Juegos Olímpicos de
la era clásica:
"Yo Cyniska, descendiente de los reyes de Esparta,
coloco esta piedra para recordar la carrera que gané con mis rápidos pies,
siendo la única mujer de toda Grecia en ganar"
Es la frase que plantea una evidencia sobre la exclusión de las
mujeres de la práctica deportiva en la antigua Grecia, de la misma manera como
lo eran de casi toda la vida pública y del mismo modo se indica la singularidad
del hecho, pero a la
vez se reseña el haber ganado a hombres.
También PIERRE DE COUBERTIN
sostiene la discriminación (tal vez producto de la corriente social del
momento) cuando habla del papel, ciertamente excluyente y como objeto de
recompensa, de la mujer en los Juegos Olímpicos de la Era Moderna:
“Impracticable,
carente de interés, antiestético e incorrecto. La concepción de los Juegos
tiene que responder a la exaltación periódica y solemne del atletismo, la
lealtad como medio, el arte como marco y los aplausos femeninos como
recompensa”
Es más, el creador de los Juegos Olímpicos modernos, creía
firmemente que el papel de las mujeres se limitaba a coronar a los vencedores y
se opuso hasta su muerte a que las mujeres participaran en otro papel, el
destinado a los hombres.
Las mujeres han sido relegadas a un papel secundario en el
nacimiento del deporte moderno y no han podido participar en la toma de
decisiones. De las primeras concesiones que se les hicieron en los Juegos de
París de 1900, para participar en golf y en tenis, y cuatro años más tarde en
tiro al arco en San Luis, el programa para las mujeres en los Juegos Olímpicos
ha logrado un avance considerable. La presencia de las mujeres en la historia
de los Juegos Olímpicos ha sido un recorrido de largo camino. Ausentes en los
primeros Juegos Olímpicos de Atenas, en 1896, hasta que en los de Atenas de
2004 representaron el 40 por ciento de atletas.
Hoy, la práctica femenina está escasamente limitada, su presencia
es cada vez más consecuente con los avances sociales y tiene una representación
creciente e importante y el Comité
Olímpico Internacional (COI) ha decretado que todo nuevo deporte tiene que
incluir una prueba femenina para tener la posibilidad de ser incorporado al
programa olímpico.
Sin embargo, en el propio COI existen aun diferencias notables,
pero hay otros muchos campos donde la realidad sigue marcando una cierta
diferencia. Ahora es el momento de una discriminación positiva que nos lleve a
la igualdad, o al menos, a recuperar el espacio nunca ocupado por la mujer en
el deporte.
En términos generales,
cada vez vamos siendo más conscientes de que hay manifestaciones que reflejan
una realidad injusta con las mujeres en el deporte. Para analizar la actividad físico deportiva desde una perspectiva
de género hay que tener presente aquellos actores que han incidido en las
políticas de género de modo discriminatorio y a veces humillante, los medios de
comunicación, la publicidad, la familia, la concepción disciplinar, así como
las estructura del deporte (siempre misógenas y dominadas por hombres) que se
han situado dentro de los contextos falsamente estructurales y afectando a
ciertas identidades de género.
Las actividades deportivas
específicas para mujeres constituyen un símbolo elocuente de uno de los
problemas de la actualidad: la baja participación
de la mujer especialmente en la práctica, la organización y la dirección del
deporte, se hace menos práctica, se participa menos y se utiliza, no en pocas
veces, como un señuelo erótico, para la creación de una imagen, un icono falso
y dominado por los hombres. Esto se concreta en la falta de presencia,
experiencia e imagen distorsionada del papel de la mujer en el deporte.
En la Declaración
del Consejo de Europa de Niza de diciembre de 2000, se estipula que la
Comunidad debe tener en cuenta el carácter específico y las funciones sociales,
educativas y culturales del deporte y también que desde la Antigüedad el
deporte tiene un valor sobre la participación de la ciudadanía y la democracia
en Europa, que debe incluir a la mujer en todas sus manifestaciones en igualdad.
El objetivo de la
igualdad de oportunidades tiende a la supresión de las barreras entre el
deporte llamado “masculino” y el deporte llamado “femenino” y que consiste en
favorecer una apertura efectiva de las disciplinas deportivas a los dos géneros
y en permitir a cada joven ejercer la actividad física de su elección como lo manifiesta
FRAISSE, G. (2003) en la directriz sobre mujer un deporte aprobada por el
Consejo de Europa. Esa en directriz para los Estados miembros, pide a la Unión Europea que garanticen a hombres y mujeres las
condiciones de igualdad en cuanto al acceso a la práctica deportiva a todos los
niveles y en todas las etapas de la vida.
En cuanto a la incorporación de la mujer al ámbito deportivo la
situación de la mujer en el deporte es similar a la que se ha producido en los
otros ámbitos como el cultural, el laboral, el económico, el político, etc.
La incorporación de la mujer en el deporte pasa, entre otras, por situaciones de discriminación relacionadas
con:
ü Inserción en el modelo establecido, generalmente masculino, se
pierde el carácter de ser mujer para adaptarse a la cultura preponderante
masculina.
ü Compatibilizar los papeles sociales y familiares desarrollados tradicionalmente
por las mujeres, con los exigidos en el ámbito al que se
ü integra.
ü Falsas expectativas de exigencia (en muchos casos mayor nivel de exigencia)
en cuanto a su competencia para llegar a los mismos niveles de reconocimiento
que tienen los hombres.
ü Asimilación de conductas y competencias identificadas con los
roles sociales masculinos para desenvolverse con éxito.
ü Menor significación social y mediática en los eventos deportivos,
bajo una compleja trama de exclusión: se le presta menos atención porque
produce menos demanda (la demanda como patrón cultural de atención en el efecto
mediático).
Venimos hablando desde hace mucho tiempo sobre las situaciones y posibilidades de incorporación
efectiva al ámbito de la práctica deportiva de la mujer, ya hoy existe un avance
importante (sólo hay que ver cómo se han desarrollado las ACTIVIDADES
FÍSICO DEPORTIVA PARA MAYORES); pero hoy 8 de marzo de 2018, es una oportunidad
para reclamar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, también en el DEPORTE.
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